INTRODUCCIÓN
AL VANGUARDISMO
El término
“vanguardia” designa al cuerpo de soldados de un ejército que se
adelanta al resto en misión exploratoria y de choque en el terreno enemigo.
Cuando en el siglo XIX, en Francia, se utilizó el término metafóricamente para
referirlo al arte y la literatura, se trasladaron a él todas las connotaciones
que poseía en su uso militar: el carácter
de grupo minoritario y belicoso,
el afán por conquistar territorios desconocidos, el componente de aventura y el
riesgo al fracaso, la rapidez de acción y avance, pero también la fuerza
destructiva. A esas notas hay que añadir el carácter juvenil de los miembros
del grupo y la presencia de una jefatura o liderazgo.
Los “ismos” combatieron el realismo entendido
como mímesis de la naturaleza y concibieron el arte como un territorio de
búsqueda y experimentación. En el ámbito de las artes plásticas, las
vanguardias fueron muy fecundas y cambiaron de raíz el ejercicio de la pintura
en el siglo XX. En la literatura, sin embargo, fueron movimientos más
iconoclastas que creativos, estuvieron demasiado cargados de preceptos y
prohibiciones como para engendrar un auténtico arte nuevo. De esta forma,
aunque introdujeron cambios profundos en poesía, narrativa y teatro, no
impidieron que se siguiera cultivando una literatura realista que gozaba del
favor de los lectores. A diferencia, por ejemplo, de un pintor, en los años
cincuenta un escritor sí podía cultivar con toda seriedad una narrativa, poesía
o drama convencionales.
Además de ir contra el arte realista, la
vanguardia se decantaba por ir contra la sociedad burguesa (con cuyos
representantes relacionaban ese realismo), el capitalismo, la moral
judeocristiana y, en general, contra todo lo que pareciera venir de un mundo
viejo y corrompido.
Para los jóvenes artistas de vanguardia,
el presente era el desconcierto ante los cambios culturales y sociales, ante el
auge de una tecnificación de la vida corriente que amenazaba con
deshumanizarla, era la incertidumbre ante el desplome de los valores
tradicionales tras la proclamación de la muerte de Dios por Nietzsche. Desde
1914 ese presente se rodeaba de los tintes más fúnebres, con el sacrificio
absurdo de cientos de miles de jóvenes en las trincheras de la Gran Guerra.
Sin embargo, el mundo moderno tenía también
una cara seductora, la de los nuevos medios de locomoción (como el automóvil o
la industria de la aeronáutica) y comunicación (el telégrafo, el teléfono, la
radio o el cine), la música popular (el jazz
sobre todo) o las asombrosas teorías científicas (la relatividad de Einstein o
la física cuántica de Heisenberg).
La vanguardia cristalizó en muy diversos
grupos conectados entre sí y organizados en torno a un líder más o menos
dictatorial, fuera Marinetti para el futurismo, Tzara para el dadaísmo o Breton
para el surrealismo. Otros grupos no contaron, en cambio, con un cabecilla,
como los expresionistas o cubistas. Esta conexión se debió, en gran medida, a
que los futuristas llevaban sus ideas a otros países. Se sabe que el futurismo
italiano se llevó a Francia, pero también se exportan el expresionismo alemán,
el imaginismo inglés o el dadaísmo.
De acuerdo con lo anterior, se podrían
definir como rasgos esenciales de la Vanguardia los siguientes:
1. Ruptura violenta
con la retórica artística y el pensamiento heredados y, socialmente, con la
burguesía.
2. Explicitación
programática de contenido doctrinal innovador.
3. Teoría
programática susceptible de ser puesta en relación directa con otros sectores
de las artes o la cultura.
4. Consecución, o
intento de consecución, artística de los postulados programáticos.
5. Capacidad de
persuasión internacional.
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