jueves, 28 de junio de 2018

Las cerezas del cementerio. Gabriel Miró


Guillermo rio inclementemente como un niño, y añadió: “Matarlo, todavía no. Sería asqueroso. Solo quiero que la deje, que los deje…”. Llegaba el instante de iluminarse los salones. Las luces estaban encerradas en fanales rojos y morados que hacían centellear siniestramente la pedrería de las armas, de los marfiles y estofas. No vino el hermoso tránsito de la iluminación, sino el angustioso de un incendio ¡Cuanta ferocidad presencié! Guillermo nos salvó y entre las llamas sonreía gritando: “¡Ha sido Koeveld el incendiario!”.
-¿Murió mi padrino?- Exclamó Félix extremecido y blanco de ansiedad.
-Entonces, no. Humeante con las manos llagadas, perdióse en París buscando al holandés. Nosotros, mi esposo y yo, regresamos a España. Ya aquí en Almina, con el caudal heredado de mi padre, se estableció Lambeth y alcanzó la fortuna que tenemos. Nada sabíamos de Guillermo, y si alguna vez lo nombraba yo, Lambeth comentaba el recuerdo menospreciándolo fríamente. ¡Qué aborrecimiento, Félix, podéis hincar vosotros en algunas almas!... La mañana de fiesta santísima para mi vida, que le quité a julita los pañales y le puse sus primeras ropitas cortas, presentóse inesperadamente Guillermo en ese mismo Huerto que tanto le agrada. Traía un niño, tan rubio y blanco, que desde dentro de sus cabellos y su carne parecía exhalar una luz de estrellas. YA te dije que  ese niño eras tú, Félix… Guillermo te enseñó a llamarme “madrina”. Muchas tardes os tuve a Julita y a ti juntos, en mi regazo, mientras él me contaba sus andanzas, su nomadismo genial, sus juegos con la muerte… Hablaba mucho de la muerte siendo él llama de amor y de vida. Como tú la veía en el refleja de la luna dentro de los estanques y del mar, en las nubes de los acasos, en las siluetas de las montañas y de los árboles… ¡Oh, Félix, no hables, no la veas como una amada, que se me figura que sois predestinados y tengo miedo de ser yo quien llegue a pensar en tu muerte lo mismo que imagino la de Guillermo… ¡


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