POESÍA
ARRAIGADA
LUIS ROSALES |
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Como
si tú ya fueras la
palabra precisa me
bastaba callar para escucharte, me
bastaba callar, me bastaría juntar
las manos para estar contigo, juntar
las manos y encontrar la vida; y
sentir al mirarte la primera revelación
del mundo, su primicia que
me sigue llenando hasta los bordes de
corazonería, porque
has llegado a ser menesterosamente total y
convencida, palabra
al fin, palabra diciéndose
a sí misma. Rimas
(1951) |
SIEMPRE
MAÑANA Y NUNCA MAÑANAMOS Al
día siguiente, -hoy-
al
llegar a mi casa –Altamirano, 34- era de
noche, y
¿quién te cuida?, dime; no llovía; el
cielo estaba limpio; -
Buenas noches, don Luis –dice el sereno, y
al mirar hacia arriba, vi
iluminadas, obradoras, radiantes, estelares, las
ventanas, -sí,
todas las ventanas-. Gracias,
Señor, la casa está encendida. La
casa encendida (1949) |
Se
te ha olvidado andar y hay que aprenderlo de
nuevo. Ven. Comienza, ve
juntando este sol, ¡alguna tarde tenemos
que nacer! Amarillean las
nubes en el cielo y no me escuchas; vas
a mi lado y tiemblas; el
pie va tras del pie como la ola va
detrás de la ola. Estás inquieta. Se
te ha olvidado hablar, se te ha caído la
voz y no la encuentras, la
buscaré contigo y las palabras vendrán: vamos
a hacer el mar poquito a poco, la
luz, la paz, la guerra, como
si se hubiesen desprendido ya
una vez de tu voz y en ti nacieran. ¡Vamos
a hacerlo todo de
nuevo! hasta que puedas reunir
en tu corazón |
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LEOPOLDO PANERO |
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CASI ROTO DE
TI Como
rotos de Ti tengo mis huesos. Tengo
mi corazón como en baldío de
Ti; y estoy de Ti como sombrío en
la luz de mis bosques más espesos. Mis
altas horas arden, y mis besos arden, queman de Ti: queman de
frío, de ausencia, como caen desde el
vacío las
estrellas, la noche tras los tesos. ¡Oh
tesos que se alhajan con mi pena! Como
rota de Ti, mi pesadumbre Siento
en el corazón y entre las manos. Como
rota, Señor, mi sangre suena en
soledad de Ti, de Ti en costumbre: llenos
de Ti mis huesos, pero humanos. Escrito
a cada instante (1949) |
HIJO MÍO Desde
mi vieja orilla, desde la fe que siento, hacia
la luz primera que torna el alma pura, voy
contigo, hijo mío, por el camino lento de
este amor que me crece como mansa locura. Voy
contigo, hijo mío, frenesí soñoliento de
mi carne, palabra de mi callada hondura, música
que alguien pulsa no sé dónde , en el viento, no
sé dónde, lujo mío, desde mi orilla oscura. Voy,
me llevas, se torna crédula mi mirada, me
empujas levemente (ya casi siento el frío); me
invitas a la sombra que se hunde a mi pisada, me
arrastras de la mano… Y en tu ignorancia fío, y
a tu amor me abandono sin que me quede nada, terriblemente
solo, no sé dónde, hijo mío. Escrito
a cada instante (1949) |
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