POESÍA
DE LOS AÑOS CUARENTA
TEXTO
1: RAFAEL MORALES
“El
toro”
Es
la noble cabeza negra pena,
que
en dos furias se encuentra rematada,
donde
suena un rumor de sangre airada
y
hay un oscuro llanto que no suena.
En
su piel poderosa se serena
su
tormentosa fuerza enamorada
que
en los amantes huesos va encerrada
para
tronar volando por la arena.
Encerrada
en la sorda calavera,
la
tempestad se agita enfebrecida
hecha
pasión que al músculo no altera:
es
un ala tenaz y enardecida
es
un ansia cercada, prisionera,
por
las astas buscando la salida.
Poemas del toro (1943)
Primer premio Adonais con Poemas
del toro (1943), un conjunto de diecinueve poemas neobarrocos, muy alejados de la serenidad de los poetas
arraigados y de la dicción plácida y las rutinas temáticas de estos. Fue
una obra saludada por Aleixandre. En sus versos, resonaban Quevedo y gran parte
de la lírica barroca, no tanto por su clasicismo verbal -que también- como por
su vehemente expresión de las emociones.
TEXTO
2. : VICENTE GAOS
“En
destierro”
Así,
arrojado misteriosamente
en
esta vida, el hombre está angustiado,
quiere
saber qué mano le ha arrojado,
sí,
pide luz para su pobre frente.
¿En
dónde está esa luz que el hombre siente
remota,
en dónde? Oh Dios, yo te he mirado:
Sombras
tan sólo. Estaba desterrado.
Oh
mundo oscuro, negro Dios poniente.
Te
he mirado: A lo lejos, vi hondos fuegos,
vi
que mi entraña estaba a muerte herida
y
tuve sed de Ti, mal del infierno.
Y
contemplé tus crueles astros ciegos.
Mas
sólo cuando, al fin, miré la vida
logré
asomarme a tu rencor eterno
Vicente Gaos, Arcángel
de mi noche (1943)
Vicente Gaos
(1919-1980), con Arcángel de mi noche (1943), presenta unos apasionados,
aunque poco originales, sonetos que oscilan
entre el anhelo de una armonía cósmica y el desaliento ante las circunstancias
adversas; sin embargo, el
tratamiento de la angustia, de raíz unamuniana, y un Dios que no se relaciona
con el hombre más que a través de la muerte, como si esta fuera su cierta y
real residencia, recuerdan el desgarro de Hijos
de la ira. En el poema “En destierro” aparece la angustia, pero
también un Dios que se desvanece
TEXTO
3: DÁMASO ALONSO
Todos los días rezo esta oración
al
levantarme:
Oh Dios
no
me atormentes más.
Dime
qué significan
estos
espantos que me rodean.
Cercado
estoy de monstruos
que
mudamente me preguntan,
igual,
igual que yo les interrogo a ellos.
Que
tal vez te preguntan,
lo
mismo que yo en vano perturbo
el
silencio de tu invariable noche
con
mi desgarradora interrogación.
Bajo
la penumbra de las estrellas
y
bajo la terrible tiniebla de la luz solar,
me
acechan ojos enemigos,
formas
grotescas me vigilan
colores
hirientes lazos me están tendiendo:
¡son
monstruos,
estoy
cercado de monstruos!
No me devoran.
Devoran
mi reposo anhelado,
me
hacen ser una angustia que se desarrolla a sí misma,
me
hacen hombre,
monstruo
entre monstruos
Hijos de la ira
(1944)
Dámaso
Alonso, ese año de 1944, ya había publicado Oscura
noticia, donde, junto a poemas de los años veinte, aparecen textos
más sombríos, como el planto a García Lorca o la elegía final “A un poeta
muerto”. En este lamento nocturno y fúnebre, en sus imágenes irracionalistas y
violentas (“El prostíbulo brota en carcajadas / y arde en alcohol el árbol de
la muerte”), se anuncia el desgarro de Hijos de la ira. Se anuncia
un tratamiento angustiado del tema religioso en el que se subraya la soledad
humana y la necesidad de llenarla con cualquier manifestación de Dios.
En Hijos
de la ira, ya en el primer versículo del libro, se describe Madrid
como sinécdoque de todo el país: “Madrid es una ciudad de más de un millón de
cadáveres (según las últimas estadísticas)”.
Desde el primer poema, “Insomnio”, Hijos
de la ira presenta un lenguaje
coloquial y arrebatado, una imaginería expresionista y un tono imprecatorio;
por el contrario, rechazaba la métrica clásica y la poesía conformista y
artificiosa en los alrededores de la revista Garcilaso.
El tema de es la búsqueda infructuosa de sentido a una existencia soportada en un mundo
caótico y monstruoso. Los motivos
macabros, la alusión constante a la muerte, la putrefacción, el dolor y la
angustia, el absurdo componen un asfixiante espacio conceptual. El poema
que mejor expresa esta búsqueda de sentido en el caos es “Mujer con alcuza”, de lectura simbólica; una anciana que se
arrastra con los pies con una alcuza en la mano descubre, tras viajar en tren
tres noches y tres días, que viaja sola, sin pasajeros, sin revisor y sin
maquinista.
En todo el libro, Alonso pone de
manifiesto su personal crisis de
angustia, pero también el estado comatoso de la sociedad española.
Técnicamente, será determinante este libro, pues el monólogo dramático,
la autorrepresentación del poeta, la índole anecdótica de los poemas, el uso de
la elocución conversacional y un léxico brusco a veces son factores que
asimilan poetas posteriores.
TEXTO
4: LEOPOLDO PANERO
“Casi
roto de Ti”
Como
rotos de Ti tengo mis huesos.
Tengo
mi corazón como en baldío
de
Ti; y estoy de Ti como sombrío
en
la luz de mis bosques más espesos.
Mis
altas horas arden, y mis besos
arden,
queman de Ti: queman de frío,
de
ausencia, como caen desde el vacío
las
estrellas, la noche tras los tesos.
¡Oh
tesos que se alhajan con mi pena!
Como
rota de Ti, mi pesadumbre
Siento
en el corazón y entre las manos.
Como
rota, Señor, mi sangre suena
en
soledad de Ti, de Ti en costumbre:
llenos
de Ti mis huesos, pero humanos.
Escrito
a cada instante (1949)
También
en 1949 Leopoldo Panero y Luis Felipe Vivanco consolidaron la deriva intimista y apesadumbrada de una
poesía de la victoria. Vivanco
(1907-1975), desde 1949, con Continuación de la vida, se
orienta hacia un realismo de lo
cotidiano, que dio su mejor tono en Los ojos de Toledo (1953).
Evolucionó hacia una incondicional
reprobación de la Dictadura.
En su amigo Leopoldo Panero (1909-1962) se
dio una evolución política inversa, pues en los años de la República simpatizó
con los comunistas, lo que le valió ser encarcelado al llegar a España en
1936. Puesto en libertad un mes después, ingresó en el ejército franquista,
entró en Falange de la mano de Luis Rosales y se convirtió en fervoroso
católico, en un poeta de patria, familia y Dios. Ya en 1944 había publicado La
estancia vacía, con alguna evocación doliente del hogar familiar y
de los seres amados desaparecidos. Su
primer libro estimable es Escrito a
cada instante (1949), de temática tópica: paisaje, afectos
familiares (a su esposa e hijos, entre ellos los dos futuros poetas Juan Luis y
Leopoldo María), Dios o Jesucristo.
Estas
obras se van publicando con respaldo gubernamental, en concreto del
Instituto de Cultura Hispánica, en el que trabajaban Rosales y Panero.
TEXTO
5: JOSÉ HIERRO
“Alegría interior”
En
mí la siento aunque se esconde. Moja
mis
oscuros caminos interiores.
Quién
sabe cuántos mágicos rumores
sobre
el sombrío corazón deshoja.
A
veces alza en mí su luna roja
o
me reclina sobre extrañas flores.
Dicen
que ha muerto, que de sus verdores
el
árbol de mi vida se despoja.
Sé
que no ha muerto, porque vivo. Tomo,
en
el oculto reino en que se esconde,
la
espiga de su mano verdadera.
Dirán
que he muerto, y yo no muero.¿Cómo
podría
ser así, decidme, dónde
podría
ella reinar si yo muriera?
Alegría
(1947)
José Hierro
(1922-2002) fue hijo de un republicano encarcelado en 1937 y él mismo fue
recluido cuando solo tenía diecisiete años, aunque fue excarcelado en 1944.
Publicó sus primeros poemas en revistas
como Garcilaso, Corcel o Proel. Se
entregó a la creación literaria y a procurarse medios de subsistencia, en la
Editora Nacional, el CSIC, o, más adelante, Radio Exterior y Radio Nacional.
En su obra, el peso del pasado no
desaparece, como se percibe en Tierra sin nosotros (1947).
Era un libro que hablaba del pasado
irrecuperable y de la infancia clausurada.
Fue premio
Adonais con Alegría (1947). El dolor se presenta como condición
necesaria y unamuniana para el conocimiento del alma y la conquista de la
alegría a la que el alma está destinada. El poema final “Fe de vida” resume el contenido
de Alegría. En él se
consigna la absoluta certeza de un mundo cuyo destino es la muerte, pero, a la
vez, la igual certidumbre de que estar vivo es lo que importa. Alegría de la existencia, por tanto, pese a
las adversidades.
Su voluntad por la alegría se prolonga en
Con
las piedras, con el viento (1950)
La crítica sobre la poesía de Hierro se ha planteado desde una doble
perspectiva; de un lado, la poesía como “reportaje”,
que seguirá una línea objetiva; de
otro, la poesía como “alucinación”, que seguirá una línea subjetiva. Aunque el producto óptimo, de acuerdo con esto,
será Libro de las alucinaciones
(1964), ya encontramos este desdoblamiento en Tierra sin nosotros, en donde aparece la imagen
poderosa de la muerte que, sin embargo, no impulsa el pensamiento poético de
Hierro a una aniquilación del entusiasmo o de un pesimismo de orden
existencial, sino que potencia los
deseos de vivir.
TEXTO
6: LUIS ROSALES
“Ciego
por voluntad y destino”
Porque
todo es igual y tú lo sabes,
has
llegado a tu casa y has cerrado la puerta
con
aquel mismo gesto con que se tira un día,
con
que se quita la hoja atrasada al calendario
cuando
todo es igual y tú lo sabes.
Has
llegado a tu casa,
y,
al entrar,
has
sentido la extrañeza de tus pasos
que
estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras,
y
encendiste la luz, para volver a comprobar
que
todas las cosas están exactamente colocadas, como estarán dentro de un año,
y
después,
te
has bañado, respetuosa y tristemente, lo mismo que un suicida,
y
has mirado tus libros como miran los árboles sus hojas,
y
te has sentido solo,
humanamente
solo,
definitivamente
solo porque todo es igual y tú lo sabes
La casa encendida
(1949), primera estrofa
A finales de los cuarenta, los tintes
religiosos hallaron su mejor expresión tras la confesión tensa y angustiada. Luis
Rosales publicó La casa encendida (1949), con un registro mínimo antirretórico capaz de asumir la imaginería
irracionalista, alejado del clasicismo métrico y en verso libre. Es un canto melancólico del hogar familiar,
pero que abriga a los presentes y a los ausentes (a vivos y muertos). Poco
aportará, sin embargo, su poemario Rimas (1951), pues aparecen
las zozobras existenciales o nostalgias por épocas pasadas.
TEXTO
7: JOSÉ LUIS HIDALDO
“Los
amigos muertos”
He
adelantado mi esperanza,
como
una mano, largamente;
os
he tocado en este mundo
que
ahora os tiene para siempre.
Pero
estáis muertos y no puedo
elevarme
hasta vuestra muerte,
porque
soy tierra, soy materia,
y
vosotros luces celestes.
Aunque
me hunda, aunque me arranque
y
hasta la sangre me golpee,
no
he de encontraros ya, viejos amigos,
os
habéis ido para siempre.
Solo,
en la noche, yo os recuerdo
y
hasta el recuerdo se desvanece.
Ya
nada sois: vaga amargura
que
se deshace tristemente.
Y
me avergüenzo de este cuerpo
que
entre los vivos me sostiene.
Muertos
estáis y con mi vida
no
he de encontraros en la muerte.
Los muertos
(1947)
José Luis Hidalgo (1919-1947),
aunque publicó en Espadaña, es
fundador (junto con Jorge Campos y Juan Blasco) de otra revista, Corcel, de 1942. En Raíz (1944), recoge poemas de
regodeo tremendista en imágenes
nauseabundas no oculta el anhelo de purificación y renacimiento, de vuelta
a empezar. La obsesión con la muerte
obtendrá su mejor articulación en Los muertos (1947), ordenado
por su amigo, el también poeta José Hierro, durante la hospitalización del
primero debido a una tuberculosis que le costó la vida.
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