TEXTO 1
Benito Jerónimo Feijoo
Cuando la tradición es de algún hecho
singular, que no se repite en los tiempos subsiguientes,
y de que, por tanto, no pueden alegarse testigos, suple por ellos para la
confirmación cualquiera vestigio imaginario, o la arbitraria designación de el
sitio donde sucedió el hecho.
Juan Jacobo Scheuzer, docto naturalista, que al principio de este
siglo o fines del pasado hizo varios viajes por los montes Helvéticos,
observando en ellos cuanto podía contribuir a la historia natural, dice que
hallándose en muchas de aquellas rocas varios lineamentos que rudamente
representan o estampas del pie humano o de algunos brutos, o efigie entera de
ellos o de hombres (del mismo modo que en las nubes, según que variamente las
configura el viento, hay también estas representaciones) la plebe supersticiosa
ha adaptado varias historias prodigiosas y ridículas a aquellas estampas, de
las cuales refiere algunas. Pongo ésta por ejemplo: hay en el cantón de Uri un
peñasco, que en dos pequeñas cavidades representa las patas de un buey. Corre
junto a él un arroyo llamado Stierenenbach, que en la lengua del país
significa Arroyo del Buey, o cosa semejante. ¿Qué dicen sobre esto los
paisanos? Que en aquel sitio un buey lidió con el diablo, y le venció; que,
lograda la victoria, bebió en el arroyo con tanto exceso que murió de él, y
dejó impresos los pies de atrás en la roca.
He oído varias veces que sobre la cumbre
de una montaña del territorio de Valdeorras hay un peñasco donde se representan
las huellas de un caballo. Dicen los rústicos del país que son del caballo de
Roldán, el cual desde la cumbre de otra montaña puesta enfrente saltó a aquélla
de un brinco, y de hecho llaman al sitio el Salto de Roldán. De suerte
que estos imaginarios, rudos y groseros vestigios vienen a ser como sellos que
autorizan en el estúpido vulgo sus más ridículas y quiméricas tradiciones.
Los habitadores
de la isla de Ceilán están persuadidos a que el paraíso terrestre estuvo en
ella. En esto no hay que extrañar, pues aun algunos doctores nuestros se han
inclinado a pensar lo mismo, en consideración de la singular excelencia de
aquel clima y admirable fecundidad del terreno. Pero añaden los de Ceilán una
tradición muy extravagante a favor de su opinión. En una roca de la montaña de
Colombo muestran una huella, que dicen ser del pie de Adán; y de un lago de
agua salada que está cerca afirman que fue formado de las lágrimas que vertió
Eva por la muerte de Abel. ¡Raro privilegio de llanto, a quien no enjugaron ni los soles ni los vientos
de tantos siglos!
Igualmente fabulosa y ridícula, pero más torpe y
grosera, es otra tradición de los mahometanos, los cuales cerca del templo de
Meca señalan el sitio donde Adán y Eva usaron la primera vez del derecho
conyugal, con la individual menudencia de decir que tal montaña sirvió a Eva de
cabecera, que los pies correspondieron a tal lugar, a tal las rodillas, etc.,
en que suponen una estatura enormísimamente grande a nuestros primeros padres.
¡Bellos monumentos para acreditar más bellas imaginaciones!
TEXTO 2
JOVELLANOS
ENSEÑANZA
¿Es la
instrucción pública el primer origen de la prosperidad social? Sin duda. Ésta
es una verdad no bien reconocida todavía, o por lo menos no bien apreciada;
pero es una verdad. La razón y la experiencia hablan en su apoyo.
Las
fuentes de la prosperidad social son muchas, pero todas nacen de un mismo
origen, y este origen es la instrucción pública. Ella es la que descubrió, y a
ella todas están subordinadas. La instrucción dirige sus raudales[1]
para que corran por varios rumbos a su término; la instrucción remueve los
obstáculos que pueden obstruirlo, o extraviar sus aguas. Ella es la matriz, el
primer manantial que abastece estas fuentes. Abrir todos sus senos, aumentarle,
conservarle es el primer objeto de la solicitud de un buen gobierno, es el
mejor camino para llegar a la prosperidad. Con la instrucción todo se mejora y
florece; sin ella todo decae y se arruina en un estado.
¿No es la
instrucción la que desenvuelve las facultades intelectuales y la que aumenta
las fuerzas físicas del hombre? Su razón sin ella es una antorcha apagada; con
ella, alumbra todos los reinos de la naturaleza, y descubre sus más ocultos
senos, y la somete a su albedrío. El cálculo de la fuerza oscura e inexperta
del hombre produce un escasísimo resultado, pero, con el auxilio de la
naturaleza, ¿qué medios no puede emplear?, ¿qué obstáculos no puede remover?,
¿qué prodigios no puede producir? Así es como la instrucción mejora el ser
humano, el único que puede ser perfeccionado por ella, el único dotado de perfectibilidad.
Éste es el mayor don que recibió de la mano de su inefable Criador. Ella le
descubre, ella le facilita todos los medios de bienestar, ella, en fin, es el
primer origen de la felicidad individual.
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